jueves, marzo 15, 2007

Boxeo

Cogía mis manos sobre la mesa
y pronunciaba en un lenguaje lejano
conceptos extraterrestres o
extraterrenales.
Confiriendo emociones, calcinando con sueños
las verdades últimas, la versión más actual
de la realidad.
Al otro lado de la mesa palpitaba un corazón
insuflado en cierto aire juvenil, casi mediocre.
Los jueces observaban y sólo se veía a un púgil
arrinconando al viejo campeón de los pesos welter,
un nuevo ego reencarnado en el siglo XXI
golpeaba suavemente a la vez que abría
vías de agua en todos y cada uno de los músculos.
Con un estilo moderno, adaptado a los nuevos ritmos de lucha
cada frase, cada pulsión del nuevo nombre (prohibido
para siempre en las leyes del buen amor)
hería de muerte.
No estaba en juego el título mundial
no estaba en juego nada, excepto la nada
que no era más que la posibilidad de un nuevo combate
que no acabara por Knock Out
ni por retirada definitiva del contendiente en lágrimas.
Cogía mis manos sobre la mesa,
lloraban mis ojos bajo los párpados.
Nadie se dio cuenta, no obstante.
Y en las repeticiones en gran angular
no se pudo demostrar que el golpe final
suplicara un fin tan estrepitoso
que la gente gritara reiteradamente;
"Tongo" "Tongoooo" "Tooonnnggoooo"

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